jueves, 28 de enero de 2016

Deshumanizados por las redes sociales

Desde la invención del Internet la forma en que nos relacionamos, comunicamos y vivimos ha cambiado radicalmente, para confirmar esto solo basta revisar la cantidad de búsquedas hechas a diario en Google o quedar boquiabiertos con los 1490 millones de usuarios activos en Facebook. Tal es su magnitud que podemos partir la historia en como se hacen las cosas antes y después de su creación con acciones que hoy parecen tan sencillas como enviar un mensaje, calcular la ruta más rápida a casa y hablar con personas de todos los rincones de la esfera. Si bien es cierto que el internet ha revolucionado al mundo, como todo lo que cae en manos del hombre tiene usos tanto perversos y egoístas como constructivos y positivos, en vista de su importancia estas posibles finalidades son meritorias de un profundo análisis y extensos artículos, con el objetivo de abarcarlo me inicio en la empresa de estudiar una pequeña ficha del rompecabezas con los efectos de las redes sociales en nuestra sociedad.

La comunicación es una necesidad que a lo largo de la historia se ha visto suplida a través de la tecnología disponible, desde mensajeros que corrían para llegar a tiempo hasta las cartas que un enamorado enviaba por barco a su amante, el envío de información ha evolucionado constantemente hasta llegar a lo que hoy conocemos como redes sociales. A simple vista una plataforma que te conecta con amigos y que te permite comunicarte en cuestión de segundos rebosa de beneficios y ventajas, no obstante a medida que su uso se ha masificado algunas herramientas han tomado un tinte oscuro y han sido incluidas en dinámicas verdaderamente perjudiciales.


Empezando por que en nuestra pequeña burbuja si no cuentas con un dispositivo con conexión a Internet y una cuenta activa en una red social para muchos “no existes” nos enfrentamos a una alarmante dependencia alimentada por el egocentrismo en su máxima expresión. Es exageradamente común encontrarse con escenas hilarantes que terminan rayando en lo ridículo que no tacharíamos de loco a quien afirmara que muchos jóvenes se han convertido en maquinas especializadas en teclear a la velocidad del sonido y cuyo alimento parecen ser la luz de las pantallas y las inyecciones de autoestima que brindan los “me gusta”, estos últimos se han convertido no en una forma de compartir contenido sino en una competencia por demostrar quien goza de mejor vida, pierde más los estribos con el alcohol, conduce mejores autos, realiza más abdominales y se lanza de precipicios más altos, en pocas palabras el objetivo final de la existencia es que a la caída del sol puedan subir asombrosas fotografías que evidencien su “felicidad” y sean recompensados con manitas arriba o corazones que se traducen en sellos de aprobación y envidia de sus contactos. Lo paradójico del asunto es que aunque se realicen transfusiones de hipócrita afecto mientras el motor y el sentido de la vida sea lograr la aceptación de los otros la meta original de la felicidad será cada vez más inalcanzable, tanto para quienes son desdichados por no poseer más de lo que necesitan como para quienes levantan esas desdichas y acumulan aplausos silenciosos, debido a esto no es de extrañar que adolescentes y adultos que utilizan a menudo redes sociales con los fines expuestos anteriormente sean más propensos a tener depresión que aquellos que prefieren vivir en el mundo real y utilizar las plataformas virtuales con responsabilidad. 



Lo alarmante de la situación actual es que además de ser una expresión del egocentrismo del hombre los principales usuarios de estos espacios son jóvenes en plena construcción de su personalidad y en busca de si mismos, si tenemos en cuenta que a dichas edades se cimientan las bases para la vida y se dan los últimos brochazos a la obra que serán de adultos ¿Qué generación estamos creando? Si para muchos un puñado de likes o la ausencia de ellos define su valor ¿Cómo estará su autoestima? La respuesta puede encontrarse en los múltiples suicidios que se han dado en los últimos años debido al acoso virtual. La posibilidad de intercambiar información gracias a la tecnología se ha interpretado como una oportunidad de ocultarnos bajo una mascara y soltar al aire las injurias, disparates y ofensas que se nos ocurran sin consecuencias palpables y aunque nos encontremos en la época más pacifica de la historia de la humanidad la semilla del odio se está sembrando silenciosamente

Es estremecedor ver como las expresiones faciales han sido remplazadas por emoticones y las relaciones por solicitudes de amistad a tal punto el concepto original de comunicación se ha degradado a impulsos de computadora que roban vida a las palabras. El problema no radica en la red social ni en su mecanismo, mucho menos en Internet, el inconveniente consiste en como utilizamos esas conexiones. En lugar de interpretar a Facebook, Instagram y twitter como extensiones y complementos de lo que somos y pensamos, los empleamos a modo de una personalidad extra y un remplazo de la verdadera relación ¿Qué tan verdaderos son los amigos que agregamos como contactos? ¿Un chat remplaza una conversación cara a cara?



Expuesto ya está lo que bajo mi punto de vista son los principales peligros de los usos que damos a las redes sociales, si has vencido el impulso de cerrar el artículo y has llegado hasta este punto te preguntarás si las redes sociales son perjudiciales y la solución es cesar su uso, mi respuesta personal es no. Las redes sociales son negativas en la medida en que un cuchillo puede utilizarse tanto para cortar alimentos como matar a una persona, todo depende el uso que le demos. Tienen todo el potencial para convertirse en plataformas que acaben con la injusticia y sirvan de mecanismos para exponer las atrocidades que se cometen a diario como para que la globalización consista en encerrarnos en nuestro caparazón. La decisión está en nuestras manos.

martes, 26 de enero de 2016

Efecto Google

Hoy en día si tenemos una duda, necesitamos hacer una consulta o no sabemos algo simplemente sacamos nuestro dispositivo móvil, tecleamos algunos botones y en un abrir y cerrar de ojos encontramos la respuesta. Desde la invención del internet y en especial de Google la información es más accesible que nunca y el conocimiento de toda la raza humana está a nuestro alcance, esto ha modificado profundamente nuestra relación con el mundo y según varios estudios nuestras estructuras cerebrales. Aunque es innegable que nos ha traído incontables beneficios pueden haber algunos efectos no tan positivos como el efecto Google, ¿Sabes de que se trata? Sigue leyendo.



Alguna vez te has preguntado ¿Cómo se hacían las cosas antes del Internet? Si eres un nativo digital probablemente no sepas la respuesta, sin embargo desde tiempos ancestrales el hombre ha tenido la necesidad de registrar datos utilizando dibujos en cavernas, signos en rocas y letras en hojas pasando por enciclopedias hasta llegar nuestro adorado Google, estos “discos externos” hacen que guardar datos no resulte tan complejo, el problema radica en que ese nivel de facilidad para acceder a la información puede estar deteriorando nuestra memoria. 

Betsy Sparrow, Jenny Liu y Daniel Wegner, tres importantes científicos de Columbia, Madison y Harvard se dieron en la empresa de investigar los efectos de Google en nuestras estructuras cerebrales. A través de cuatro experimentos con estudiantes llegaron a la conclusión de que al saber que podemos obtener cualquier dato con nuestro celular, la necesidad de recordarlo pasa a un segundo plano.

Utilizamos a Google como una enciclopedia y un banco de datos para archivar la información que recibimos. Al saber que el conocimiento está disponible en todo momento nos dejamos de preocupar y cuando necesitamos recordar algo ni siquiera intentamos traerlo a nuestra memoria sino que inmediatamente el buscador nos da la respuesta, pensamos en donde está la información antes que en la información misma. Dicho en pocas palabras nos desacostumbramos a ejercitar nuestra mente y ante cualquier problemas por más simple, ridículo y pequeño que sea recurrimos a Google. Es interesante la paradoja que surge: Entre a más información tenemos acceso, menos información tenemos realmente.  


Al conocer el efecto Google nos surge una pregunta ¿Nuestra memoria se está deteriorando? La respuesta es subjetiva, si bien es cierto que nuestra capacidad de retener datos se está deteriorando puede interpretarse como una adaptación al mundo actual que resalta la importancia de aprender a utilizar esos datos y formar un criterio. Google no razona, nosotros si y esto es lo que nos hace humanos y debemos cultivar. ¿Qué te pareció el artículo? ¿Crees que tienes el efecto Google? ¿Utilizas correctamente el Internet?